miércoles, 17 de junio de 2009

UNA VISIÓN PESIMISTA DE LA VIDA


Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo, vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados;
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó la luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos;
mi báculo más corvo, y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en qué poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

Francisco de Quevedo (1580-1645)
"Enseña cómo todas las cosas
avisan de la muerte".

¡Ah de la vida!... ¿Nadie me responde?

¡Que sin poder saber cómo ni adónde,
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.
Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fue, y un será y un es cansado.
En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

Francisco de Quevedo,
"Represéntase la brevedad de lo que se vive
y cuán nada parece lo que se vivió".


Puto es el hombre que de putas fía,
y puto el que sus gustos apetece,
puto es el estipendio que se ofrece
en pago de su puta compañía.
Puto es el gusto y puta la alegría
que el rato puteril nos encarece;
y yo diré que es puto a quien parece
que no sois puta vos, señora mía.
Más llámenme a mí puto enamorado,
si al cabo para puta no os dejare;
y como puto muera yo quemado,
si de otras tales putas me pagare;
porque las putas graves son costosas,
y las putillas viles, afrentosas.

Francisco de Quevedo,
"Desengaños de las mujeres".


La visión que da su filosofía es pesimista y preanuncia el existencialismo. Vive con la obsesión de la muerte, en sus extraordinarios versos.

...

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

Francisco de Quevedo,
fragmentos de "Amor constante más allá de la muerte".
¿Qué imagen de la muerte rigurosa,
qué sombra del infierno me maltrata?
¿Qué tirano cruel me sigue y mata
con vengativa mano, licenciosa?
¿Qué fantasma en la noche temerosa
el corazón del sueño me desata?
Francisco de Quevedo,
fragmentos de Rodéanle mil
fantasmas engañosos

LA VIDA ES SUEÑO

"Esa seda que rebaja
tus procederes cristianos
obra fue de los gusanos
que labraron tu mortaja.
También en la región baja
la tuya han de devorar.
¿De qué te puedes jactar,
ni en qué tus glorias consisten
si unos gusanos te visten
y otros te han de desnudar?
Es verdad; pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive sueña
lo que es hasta despertar.


Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son".

Pedro Calderón de la Barca
(Madrid, 1600-1681),
fragmentos del monólogo de Segismundo,
de La vida es sueño.


Lasciate ogni speranza voi ch´entrate


En el medio del camino de nuestra vida,
me encontré en una selva oscura donde
la directa vía estaba errada…
Por mí se va a la ciudad doliente:
por mí se va al eterno dolor,
por mí se va tras la perdida gente.
La Justicia, movió al Supremo Hacedor,
me dio la divina potestad,
el primer amor, la suma sapiencia.
Antes de mí, no fue cosa creada,
salvo lo eterno, y yo permanezco para siempre.
¡Dejad toda esperanza los que van a entrar!
Dante Alighieri
Entrada del Dante, junto a Virgilio,
en la puerta del Infierno.
Y vi que estaba en el borde sombrío
del valle, en el abismo doloroso,
y gritos sin fin del infinito subían:
Era oscuro, profundo y nebuloso,
tanto, que aun hundiendo la mirada
yo no discernía cosa alguna.
“Bajemos a este mundo ciego,
dijo el poeta, con cara mortecina,
entraré primero, tu lo harás segundo”.
Yo, que vi su palidez, respondí:
“si bajar, a ti te espanta,
¿quién a mi dudar, infundirá la calma?
“Es la angustia de la gente que aquí mora,
y es la piedad la que me embarga, vamos
el trecho es largo y acuciante”.
Y bajamos al Círculo Primero
que ceñía el abismo circundante.
Aquí volvía el grito lastimero,
de suspiros sin fin, mas no de llanto.
Era rumor de pena, sin martirio,
de hombres, niños, de mujeres, que
en gran grupo iban, girando, sin espanto.

Primer círculo: el Limbo.
El Dante desciende tras Virgilio
.


¿Qué asusta a Dante? ¿Qué a Virgilio? ¿El infierno? ¿Cuál? ¿El qué ofrece la vida? ¿El qué sigue a la muerte? ¿O será que esos círculos conducen al fondo de un alma perturbada, confusa y sufriente?


Inés Carozza

ESTADO DE ÁNIMO

"Estoy torturado entre el deseo de descanso y
el temor a los nuevos sufrimientos que entraña
la prolongación de la vida y el dolor anticipado
de verme separado de todos aquellos a los que
estoy todavía apegado…Si estuviera solo hace
tiempo que hubiera acabado con mi vida…"

Freud, 1936,
Carta a Marie Bonaparte.


"No tengo deseos de renacer, es más, si nos
revistieran con un nuevo envoltorio mortal
¿de qué me serviría sin el recuerdo?, no tendría
vínculo entre mi pasado y el futuro. A mí me
satisface saber que la eterna molestia de vivir
llega finalmente a término, creo que el deseo
de muerte y de vida moran uno junto al otro
en nuestro yo, tal vez la muerte nos alcanza
porque la deseamos. Tal vez pudiésemos vencer
a la muerte de no ser con el aliado con que

cuenta dentro de nosotros mismos. En ese sentido
podríamos decir justificadamente que
toda muerte es un suicidio encubierto.
Explica (Walt Whitman) por qué el ser
humano busca el sosiego, por qué los poetas
se muestran agradecidos de que:

Sean quienes sean los dioses,
que la vida no sea para siempre
que los muertos no vuelvan a levantarse
jamás,
que incluso el río exhausto
llegue a verterse en algún lugar del mar.

Espero que no me vean como a un pesimista,
no mientras tenga a mis hijos, mi esposa,
mis flores, yo no me siento desdichado, al
menos no más que el resto..."

Sigmund Freud
(Freiberg 1856- Londres 1939)
entrevistado por George Viereck en 1930.

lunes, 15 de junio de 2009


Sólo conmigo y con el sol...
camino por las piedras,
de regreso a casa...
Sólo conmigo y nada más
que conmigo estaré,
hasta que se apague el sol...
Inés Carozza

sábado, 6 de junio de 2009

Una pintura de Chagall

Bésame en el aire, yo con flores en la mano.
Bésame volando y el sol entra por la ventana.
Bésame mientras camino, mientras vivo.
Bésame hasta el final de los días...
Inés carozza

viernes, 5 de junio de 2009

Literatura y fútbol, dos pasiones inevitables...

Domingo 10 de mayo de 2009
SAN LORENZO – BOCA Y EL TÍO OSCAR


Que me perdonen los fanáticos de Boca Juniors…

Domingo a la tarde, demasiado calor para ser otoño y el estadio es un hervidero. Nunca, a pesar de mis años había pisado una cancha y ahora lo estoy haciendo, nada más ni nada menos, que con un San Lorenzo – Boca. Los cuervos, además de ganar el partido quieren seguir sosteniendo “la paternidad”, hecho que, a los hinchas del Ciclón les produce un orgullo irrefrenable. Osadamente, le hacen gestos a los de la 12, ponen los brazos como si hamacaran a un bebé, y… “sí, los tenemos de hijos, muchachos”, decía un señor mayor y más prudente que los otros en el lenguaje. “Nos van a ganar si son brujos... ¡jodemil!... ni pagándole al réferi…” “y qué no digan estos bosteros que no tienen comprados a estos turros de los árbitros, eh…”, “parece que estudiaron en una academia para ciegos, que no digan eh, que no digan…, qué a San Lorenzo le cobran todo en contra, ¡qué hijos de puta!…”
Y suenan las cornetas y vuelan las banderas y toda la tribuna es azul grana y es hermoso y salen, sí salen y es apoteótico, los papelitos, la bandera brillosa, nuevita desplegada en la popular y todos aplaudimos, vivamos, saludamos a nuestros héroes. Y me emociono, no puedo creerlo, yo, yo que siempre fui indiferente al fútbol, ahora estoy al tanto, eso se lo debo a mi hijo menor, que de la noche a la mañana tiene prendido el televisor en el canal de deportes, como si fuera música de fondo. Y estoy aprendiendo a los cincuenta, y ahora estoy acá y me río de las puteadas, de los cantos, de los enojos y hasta se me humedecen los ojos, porque…. porque me acuerdo del tío Oscar. El tío Oscar, fanático de los santos.
Miles de directores técnicos dirigen las jugadas, todos son jueces de línea, todos saben de dónde y cómo patear. “Che, pero miren bien, no sean brutos ¿quieren?…” “Che paren, desde acá todo es fácil, pero los que ponen el cuerpo son ellos…” “¿y ese Palacios? ¡Está solo!... ¡Pero no boludos! ¿Cómo lo dejan solo?” “No, si estos pibes están dormidos…”, “yo te lo dije, Russo los dejó sin alma, vamos a ver qué pasa con el Cholo…, por lo menos se mueve. ¿Viste cómo se mueve? Está como loco…” “Sí, está como loco porque estos pibes se la pasan uno a otro y nada, todo jueguitos, déjense de hacerse las estrellas y pateen de una vez”. “No, así no va pibe…” Y la hinchada se enoja, se enoja con sus jugadores, con su equipo del alma… “Pero vos sabés que ésta es una hinchada de mierda, es ciclotímica, en cambio mirá a los de Boca, puro bombo no más, ya cansan…” “Muchachos ¿por qué no cambian el ritmo?...” “Sí, pero ellos siguen alentando, no se enojan, tienen bien creído eso de que son los mejores” “… sí, aunque estén últimos, y ya no tengan más chances en el clausura…” “No, si yo te lo dije, lo mejor que tiene Boca es la hinchada que siempre anima…” “Ustedes hablan desde la bronca, pibe, algo deben tener…”, dijo el señor prudente. “Sí, a Palermo, a Palacios... mirá al Pato, no ves qué no agarra una…”
Y así entre tiros libre, de penales que el árbitro no ve o que, arbitrariamente, no quiere ver, San Lorenzo va mal, muy mal. En las tribunas, dirigen, todos son comentaristas deportivos, “… ¡pero la puta madre!…” “¡qué boludos!… no se puede creer…” Y se vino el gol, el ¡goooolllllll! de Boca y ellos festejan y los cuervos putean, tiran abajo a sus ídolos, cuestionan a Simeone.
Terminó el primer tiempo, panchos, café, gaseosas, algún cigarrillo o una escapada al baño y yo sigo pensando en el tío Oscar, me lo estoy imaginando viendo el partido desde el cielo. ¿Habrá ido alguna vez mi tío a la cancha? Yo no me acuerdo y eso que vivíamos en la misma casa, pero ahora me vuelve a resonar en la cabeza, en los oídos, la radio infaltable del domingo a la tarde.
Otra vez los jugadores en el campo, “… dale che, metanlé que todavía hay esperanzas…” “capaz con algún cambio… ¡dale Cholo!…” “¡Uy! ¡Qué boludo el Chaco!” “Si ya tiene amarilla por qué pega, no ves ¡lo expulsó… lo expulsó!... bueno se va como un duque, no dice nada…” “Sí, pero ahora tenemos uno menos…” “¡Uy qué cagada!” “Perdemos, ya está perdemos y éstos, dale que te dale con el bombo…” “¡Qué hijos de puta!” “Che, muchachos por qué no gritan ustedes también”, dice el señor prudente, “hay que alentar, así se despiertan…” Y yo, yo que quiero ver un gol, no me quiero ir con un San Lorenzo perdedor. Un gol, Tío, un gol, mandámelo desde el cielo…
Rezos y putedas, canto va canto viene, y “¡dale Bergessio metela!, ¡dale pibe!…” y ¡Gooooollllllll! ¡Goooolllllll!... ¡Gooooolazo de Bergessio!... ¡viste, viste… empate! ¡Empate! ¡Empate, Nico! Empate y vamos metanlé que les ganamos, metanlé que están dormidos…” “Dale, Fede, dale a la bandera, mové esa bandera ¿querés?… hay qué alentar, hay que alentar… vamos…” “El matador, el matador…” Y abrazos, besos, más puteadas y… “son unos bebés, loco, ni pagando nos van a ganar…” Festejamos, nos abrazamos y es una locura, un delirio y le estoy agradeciendo al tío Oscar, “…Gracias, tío, gracias me lo mandaste desde el cielo…”
Silbato final, terminó. No ganamos, empatamos, pero este empate tiene el sabor de una victoria. No les dimos el gusto de sacarnos la patria potestad, “…todavía vamos a seguir llevándolos en brazos… muchachos”, afirmó el señor prudente, y… “sepan perdonar, muchachos, a los de Boca, les digo… Me van a tener que disculpar, pero cualquier semejanza con la realidad no es pura coincidencia. No nos odien, nosotros vamos a seguir queriéndolos, como un padre quiere a un hijo”.
Inés Carozza

sábado, 30 de mayo de 2009

POEMAS DE MIS ALUMNOS (8)


AL LIBRO ANTIGUO

Tú, libro viejo y antiguo…
Que guardas recuerdos olvidados,
Páginas doradas han quedado,
Porque te han tenido descuidado.
Tú de tapa endurecida, color bordó,
Encierras en ti versos de amor.
Sentimientos de un poeta
Ha expresado con dolor,
Y hoy yo lo he encontrado
Para contarte lo que sufrió.

Autora: Lucia Rivarola


La autora pertenece al 2º5ª de la Escuela de Educación Media Nº 2 de Santa Teresita, Partido de La Costa, Prov. De Buenos Aires.

POEMAS DE MIS ALUMNOS (7)


EL LÁPIZ

El lápiz negro
Que anda mejor que un crayón,
Con él puedo dibujar hasta un balcón,
Aunque con birome se vea mejor.
El lápiz se puede borrar
Y a todos lados lo podés llevar,
Sin duda podés escribir
Todo lo que quieras imaginar.

Es largo y fino
De color negro y amarillo,
Con él puedo dibujar
Hasta un castillo.

Autora: Verónica Methol








La autora pertenece al 2º5ª de la Escuela de Educación Media Nº 2 de Santa Teresita, Partido de La Costa, Prov. De Buenos Aires.

POEMAS DE MIS ALUMNOS (6)


CELULAR

Mi lindo celular
Con luces y colores,
Al que quiero oír sonar,
No importan las razones.

Pobre celular,
Que maltrato con conocimiento,
Sólo por oír sonar
Y luego me arrepiento.

Qué mal estás,
Mi lindo celular
Siempre tan maltratado.

Autora: Iara Gómez




La autora pertenece al 2º5ª de la Escuela de Educación Media Nº 2 de Santa Teresita, Partido de La Costa, Prov. De Buenos Aires.

POEMAS DE MIS ALUMNOS (5)


MI MONITOR

Ese cubo que esconde
Un montón de imágenes,
Que en ti veo.
Saca fuera de mí
Todo el enojo.

Acá en mi casa,
Sos importante,
¡Oh! viejo monitor
De computadora,
A veces me sacas “canas verdes”,
No sé por qué no te arreglo.

Autor: Alesio Rodaro


El autor pertenece al 2º5ª de la Escuela de Educación Media Nº 2 de Santa Teresita, Partido de La Costa, Prov. De Buenos Aires.

POEMAS DE MIS ALUMNOS (4)


CANTO AL ESCOBILLÓN

Tu fina delgadez, de hogar
Revuelve la casa sin parar,
Encuentras en cada rincón
Polvo de cada pisotón.

Triste y solitario te deslizas
Ayudando al suelo a dar caricias
Bajo el brillo de otoño
Te sientes solo y con ahogos.

Hermosa imagen dejas
Detrás de las tinieblas
Allí en el rincón te quedas
Solo y llorando penas.

Autora: Giselle Campos


La autora pertenece al 2º5ª de la Escuela de Educación Media Nº 2 de Santa Teresita, Partido de La Costa, Prov. De Buenos Aires.


POEMAS DE MIS ALUMNOS (3)


LA TELEVISIÓN
Ella, que es tan utilizada,
Que es tan charlatana,
A la que nosotros damos vida
Al encenderla y ver y oír su melodía…

Ella, que nos anuncia las noticias,
Que nos transmite las películas…
¿Qué podríamos hacer sino estaría?
¿Qué oiríamos sino la escucháramos?

Ella, que está quieta sobre un mueble,
Ella que se siente muy mirada,
Observada, importante para nosotros,
Somos los que les damos vida
Al encenderla, mientras ella,
Nos regala las alegrías y tristezas
De cada día.

Autora: María Belén Milano

La autora pertenece al 2º5ª de la Escuela de Educación Media Nº 2 de Santa Teresita, Partido de La Costa, Prov. De Buenos Aires.

POEMAS DE MIS ALUMNOS (2)


La autora pertenecen al 2º5ª de la Escuela de Educación Media Nº 2 de Santa Teresita, Partido de La Costa, Prov. De Buenos Aires.


EL FIEL RELOJ

El reloj no sólo marca la hora,
Es la solución al costado de la cama.
Un fiel reloj, del que jamás nadie se acuerda,
De darle cuerda y sin embargo, canta.

Todas las mañanas suena,
Con un martillo en la garganta,
Y muchos no se dan cuenta
Que a martillazos vive su recuerdo,
Y a pesar de todo el fiel reloj
Nunca atrasa ni adelanta.

A veces se olvida de hacer ruido,
A veces nos levanta a cualquier hora,
Pero, pobre el fiel reloj;
Compañero de todas las horas…
Nadie imagina que se quedará
Varado, en cualquier hora.

Autora: Micaela Fernández

POEMAS DE MIS ALUMNOS (1)


LA CASA DE MI PAPÁ

La casa está vieja,
La derrumbarán,
Siento la tristeza
De no verla nunca más.

Crecí con sus pinos
Ya deformados,
De sombras espesas
Y trinos de pájaros.

Crecí en esos patíos,
Ya viejos, gastados,
De baldosas sueltas
Sin mucho cuidado.

La casa está triste,
Ya no estará más…
Un gran edificio
Allí levantarán.

Ya no soy tan niña
Ni vivo yo allá,
Pero en esa casa
Nació mi papá.

Autora: Belén Basualdo, 2º año 5ª división de la E.E. M. Nº 2 de Santa Teresita, Prov. de Buenos Aires.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Estado de ánimo...

Pensamientos que flotan sobre las piedras,
agua que corre tras una fuente,
tristeza que viene de lo profundo...
Sé que no estoy sola,
otros sienten,
han sentido...
a través de los tiempos,
lo que yo ahora y siempre
he sentido.

Inés Carozza

lLectura y pintura... despiertan lo dormido...


"...la lectura estimula, enciende, aviva, y es como soplo de aire fresco sobre la hoguera resguardada, que se lleva las cenizas, y deja al aire el fuego. Se lee lo grande, y si se es capaz de lo grandioso, se queda en mayor capacidad de ser grande. Se despierta el león noble, y de su melena, robustamente sacudida, caen pensamientos como copos de oro."

J. Martí

miércoles, 20 de mayo de 2009

domingo, 17 de mayo de 2009

martes, 5 de mayo de 2009

¿POR QUÉ ACONSEJAMOS LEER?


Dice el escritor francés Daniel Pennac en su libro titulado Como una Novela: “Los que no leen quedan privados para siempre de los libros. Quedan para siempre sin respuestas. Y muy pronto sin preguntas”.
Los que somos amantes de la lectura lo entendemos, por que el lector, el buen lector, es ante todo curioso. Curioso de saber, de conocimiento y también de entretenimiento. Por eso la búsqueda incesante de respuestas, porque siempre hay preguntas, siempre hay inquietudes, y el mundo de los libros es tan amplio que nos ofrece múltiples posibilidades para encontrar lo que deseamos hallar.
Como lectora incansable no puedo dejar de identificarme con Jorge Luis Borges y afirmar junto con él: “Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros...”
Los libros. Las historias que ellos encierran, entretuvieron mi infancia, hicieron menos penosa mi adolescencia y plenifican mi adultez. Tal vez parezca exagerado pero los considero más que objetos. A través de ellos se prolongan y perpetúan vidas; porque una vida “atrapada” en un libro no muere nunca. Qué quiero decir con esto: una obra literaria puede convertir en inmortal tanto a un personaje como a su autor. Se establece así una relación casi permanente, a través de los siglos, entre el lector y el espíritu de ese que alguna vez escribió. Y no es absurdo lo que afirmo, cualquier buen lector va a coincidir conmigo, porque ese es el caso de tantos autores, que a pesar del tiempo aun siguen vigentes. ¿Tengo que nombrar acaso a Cervantes o a Shakespeare? ¿A nuestros Borges, Cortázar, Arlt, Saer,u otros? La lista sería interminable...
Por otra parte, el que lee es una persona rica en posibilidades de vida, por que como dice Umberto Eco: “...nuestra riqueza (la de los lectores) respecto del analfabeto (o del que, alfabeto, no lee) consiste en que él está viviendo y vivirá sólo su vida y nosotros hemos vivido muchísimas. Recordamos, junto a nuestros juegos de infancia, los de Proust, sufrimos por nuestro amor, pero también por el de Píramo y Tisbe; asimilamos la sabiduría de Solón...y nos repetimos junto con la fábula que nos ha contado la abuela, la que había contado Scheherezade...”
Somos gente rara los lectores: algunos creen que pueden cambiar el mundo y que los libros pueden ayudar a hacerlo; otros pensamos: que el mundo va a cambiar, en la medida en que nosotros cambiemos y que los libros pueden ayudarnos en para el cambio.
Para ir finalizando esta reflexión, no puedo dejar de citar a la poetisa inglesa Emily Dickinson que nos propone: “No hay barco que sea como un libro / para llevarnos a tierras lejanas /... Es el modo más humilde de viajar / sin pagar pasaje...”. Pero por sobre todo, la lectura y de su mano los libros nos muestran otros horizontes, más vastos que los que nos permiten los terrenales; que tienen que ver con los del pensamiento y el crecimiento espiritual.
Y parafraseando al autor de El Nombre de la Rosa: “Es decrépito el analfabeto (de origen o de retorno) que padece de amnesia desde niño y no recuerda (por que no sabe) qué ocurrió en los Idus de Marzo. Por supuesto que también se pueden recordar mentiras, pero leer también ayuda a discriminar. No conociendo las culpas de los demás, el analfabeto ni siquiera conoce los propios derechos.” (...)
“El libro es un seguro de vida, una pequeña anticipación de inmortalidad. Hacia atrás más que hacia delante. Pero no se puede tener todo y al instante”.

Inés Carozza

Un recomendado: "El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha"


La diferencia entre un best sellers y un clásico es, que el primero es el libro más vendido, con un gran éxito editorial, lo que no indica que sea el mejor. Y que el segundo es una obra literaria que a pesar del tiempo, no pierde vigencia, porque las ideas y valores que transmite se aplican a cualquier época y además por que logra pintar con palabras todo lo confuso y extraño, secreto y sublime, contradictorio y fascinante de la naturaleza humana.
Es por eso que recomendamos leer el Quijote, la primera novela moderna con más de cuatrocientos años a cuestas, pero tan actual como cualquier otra de este siglo.

Un poco de historia:

Se publica en Madrid en 1605 la primera parte de una alocada aventura, que surge del ocaso de las novelas de caballería. Diez años más tarde, en 1615, un año antes de la muerte del autor, se edita la segunda parte de la obra.
No es nuestra intención referir lo que en cualquier manual de literatura se puede leer, sino explicar porqué consideramos importante recuperar su lectura. Y es que, como dice Vargas Llosa: (...) “La modernidad del Quijote está en el espíritu rebelde, justiciero, que lleva al personaje a asumir como su responsabilidad personal cambiar el mundo para mejor, aun cuando, tratando de ponerla en práctica, se equivoque..., sea golpeado... y convertido en objeto de irrisión.” Pero su empresa de implantar en el mundo el reino de la justicia es la más noble que puede concebir mente humana, y la ironía del autor al pintarla fracasada, esconde la amargura del desengaño que toca su punto máximo con la derrota de Don Quijote y la resignada pérdida de su locura. Sin ella, que es su razón de vivir, sólo queda la muerte para el personaje. Muerte sólo en la ficción, como ha quedado demostrado para todos los lectores de 400 años a esta parte, ya que Don Quijote y Sancho seguirán siempre vivos en el alma de los que disfrutamos, reímos y lloramos con sus aventuras.
Por otra parte, también es una novela de actualidad porque Cervantes revolucionó las formas narrativas de su tiempo y sentó las bases sobre las que nacería la novela moderna.
Para ir finalizando, la propuesta es que lean el Quijote. Para ello busquen una buena versión completa, aunque sea larga, y con notas explicativas. Porque el motivo de que a muchos no les haya gustado la novela, es culpa de esas versiones adaptadas y reducidas por el mal gusto de algún editor, que hace que se pierda lo mejor de estos maravillosos e inmortales personajes como son “El caballero de la triste figura” (Don Quijote) y su inseparable escudero Sancho Panza.

Inés Carozza

"En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme..."

“… porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas…”

“¿Qué gigantes? - dijo Sancho Panza.”

“Aquellos que allí ves - respondió su amo - de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.”

“Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.”
Miguel de Cervantes Saavedra





VINCENT VAN GOGH



Si todas las cosas se volvieran humo

Desaparecería con ellas.
Si todas las cosas se volvieran humo
Sería cenizas con ellas,
E igual que el humo
Me elevaría al cielo
Convertida en sustancia,
Como un hilito de humo delgado
Y oscuro
Me perdería en las nubes,
Y atraparía la libertad.


Inés Carozza

lunes, 4 de mayo de 2009

Jardines de Monnet

Quién pudiera perderse en ese florido jardín, quién absorver sus perfumes, quién confundirse en el color. ¿Monnet? ¿Yo? Seguro que los dos... Cada uno en su tiempo, cada uno en lo suyo...
Uno pintando, otro admirando, ambos nos perdemos en la belleza...

domingo, 3 de mayo de 2009

EL VECINO DE ENFRENTE





Para Claudio…

Agua en Buenos Aires. Hace días que llueve y agua es todo lo que ve por la ventana. Una cortina de agua se derrumba desde el cielo y no puede ver lo que pasa enfrente. Si pudiera hacerlo vería al melancólico de su vecino, intentando tocar dos notas en su guitarra. El vecino es un joven alto y delgado, de aspecto tristón. Es músico. Sabe, porqué él se lo dijo, que adora el jazz.
Ahora la lluvia se disipa y lo ve. Pero qué hace ¿está loco? Sale al balcón en musculosa con el frió polar que está haciendo. ¿No leyó los diarios? ¿No escuchó las noticias? ¿No sabe de los casos de gripe con complicaciones que asolan la ciudad? ¿Qué piensa? Así no llega al concierto del sábado y con lo ansioso que estaba… Evidentemente no le importa nada, él se lo dijo, lo único que le importa es la música y su guitarra, por eso hace sacrificios, por eso vino a la ciudad. Vive en ese departamento con su tío, el hermano de su madre, en el que sólo ocupa un catre por todo espacio. Trabaja varias horas en la atención al cliente en una empresa de telefonía celular y el resto del tiempo lo pasa estudiando con un profesor.
Ya no llueve, ahora tiene libre de obstáculos la ventana de enfrente para mirar a su antojo. Él no sabe que ella lo espía, se moriría si él se enterara. Sólo han hablado un par de veces, una vez en la cola del colectivo y otra en la del supermercado, pero las colas habían sido lo suficientemente largas para poder enterarse de varios aspectos de su vida y aunque ella no quería admitirlo, él le gustaba. Le resultaba interesante esa actitud de despreocupación que tenía, que parecía estar más allá de todo. A estas alturas, el vecino ya había vuelto adentro y había cerrado la ventana, pero la cortina descorrida le permitía ver lo que sucedía. Hombre y guitarra eran uno solo. Por los movimientos del cuerpo, ella intuía los sonidos y le parecía que él se perdía en un mar de notas que salían del instrumento y de sus dedos por momentos veloces, en otros, apenas rozaban las cuerdas. Fue entonces cuando a pesar del frío se decidió y abrió la ventana. A esa hora y después de la lluvia la calle estaba tranquila, podría escuhar. Al principio apenas, luego como si él supiera que tenía público la melodía se hizo próxima y clara. Entonces comprendió y lo comprendió.
¿Cómo expresar en palabras todo lo que la melodía decía? ¿Los paisajes que describía en notas y arpegios? Hablaba despertando sentimientos que creía ocultos y que no querían volver a esconderse, hablaba de recuerdos y de imágenes… Era casi imposible. El lenguaje no alcanzaba para transmitir lo que sentía su alma. El placer de lo bello, la confusión y la emoción que guarda una persona en su ser. Eso sentía y eso veía reproducido en la ventana de enfrente.
Cómo podía alguien hablar en melodías. Hablar del amor, del dolor,… de la vida, sin palabras. Él lo estaba haciendo y ella le estaba agradecida. Tenía ganas de cruzar la calle, tocar el timbre y decírselo, pero no se atrevía. Buscaría otra oportunidad, quizás el sábado compraría una entrada para el concierto, quizás lo esperaría a la salida, le echaría la culpa a la música y porqué no a la lluvia, pero lo cierto era que se había enamorado y ella tendría que usar palabras para decirlo.

Inés C. Carozza

VAN GOGH

Café Arles

sábado, 2 de mayo de 2009

Jardines de Claude Monet


Ramas que lloran,
flores que flotan,
ojos que miran,
alma que huye...
 
Monet, gracias por regalarnos tu inmortalidad.
 
Inés carozza
 

Pintores




Monet la ve pasear,
Monet la espía,
Monet la pinta,
Monet la inmortaliza,
se inmortaliza...

Inés Carozza

viernes, 1 de mayo de 2009

DÍA DE GLORIA

Para Carlos…, para su niñez.

Esa noche no pudo dormir, su cabeza era una cancha de fútbol. Las jugadas se sucedían en su mente una y otra, las estrategias, los pases, los posibles aciertos… Es que había campeonato en el Schettino, su colegio y Alaya, el maestro de sexto dirigía, organizaba y seleccionaba a los pibes. Él estaba en la primera. Sí, porque Alaya no se venía con chiquitas y cuando organizaba lo hacía a lo grande, así que había primera, reserva, tercera, todo a imagen y semejanza del fútbol profesional.
Por eso, esa noche no durmió, pensaba en Gentile, en su estructura de ropero enorme que llenaba el arco…, entonces ¿cómo meterle un gol? La preocupación le quitaba el sueño, lo hacía revolverse entre las sábanas y se devanaba los sesos ¿cómo iba a entrar la pelota con semejante grandulón?
Pero todo pasa y pasó la noche. Esa mañana mientras caminaba para la escuela los nervios lo consumían y es que de pronto otro obstáculo se interponía entre él y el arco. Sólo lo notó cuando preparaba el bolso con la ropa del equipo. Algo que en sus devaneos nocturnos no había tenido en cuenta y era la falta de botines. Todos tenían botines y él jugaba en zapatillas, unas Pampero de lona que le quitaban potencia al tiro, que lo hacían parecer un jugador de cuarta que pateaba sin fuerza, como acariciando la pelota en vez de enfrentarla con bronca.
Alaya además de dirigir oficiaba de árbitro, sonó el silbato y comenzó el encuentro. Los rivales se movían en el campo con la destreza de profesionales, ellos en cambio en el primer tiempo no se ponían de acuerdo, se perdían en persecuciones absurdas del balón, algunos se querían lucir y hacían jueguitos inútiles dejando que los otros dominaran en el medio campo. El partido se jugaba en una sola parte de la cancha y García que no tenía el tamaño de Gentile hacía lo que podía en el arco. Él se movía en la defensa, se la pasaba a Aguirre, había que evitar que llegaran los tantos del adversario. Así entre jugadas frustradas, insultos de la hinchada y manotazos, terminó ese tramo del partido. No habían jugado bien pero todavía estaban cero a cero.
En el entretiempo, fueron al baño, tomaron agua y se reunieron en el silencio del aula vacía. Fue cuando una película con los acontecimientos de los últimos días pasó ante sus ojos. Alaya lo había llamado para decirle que estaba en la primera, que a Zucconi lo habían tenido que operar de urgencia de apendicitis y que el partido ahora dependía de él, de su actuación. Alaya le había depositado su confianza y no podía defraudarlo, le había dado la oportunidad de demostrar que él estaba para más, aunque muchas veces su timidez le causara malas pasadas.
Ese fue su día de gloria. Salió a la cancha con una fuerza inusitada, esa que se siente cuando uno se juega la vida por algo que se ansía mucho. Cuando terminó, los pibes vivaban de alegría, estaban felices y él era un héroe, el autor de los tres goles que los habían convertido en ganadores del campeonato. Cada uno de los tantos había hecho temblar el arco, el primero pegó en el poste y cuando entró Gentile quedó anonadado. El segundo fue gracias a un pase de Rollano en el área chica, él recibió la pelota, la paró, dudó y cuando se dio cuenta no lo podía creer. El gol gracias a un remate cruzado y a media altura hizo rugir de rabia a la hinchada rival. Antes del tercero, tocaba el cielo y cuando Cruz se la pasó a Pintos, él ya sabía que era suya. Gentile estaba aturdido, desconcertado, toda su enormidad no había podido parar ese bombazo, pateado al ángulo con la furia del que se sabe vencedor.
Cuando dejaron la cancha y se internaron en los baños para refrescarse, se sacó las “Pampero” de lona y las besó, tenía los pies hinchados y doloridos, se escapaban de las zapatillas pero no le importaba, sólo tenía fuerzas para escuchar el galope de su corazón, que veloz y feliz volaba en el arco de su pecho.

Inés C. Carozza

miércoles, 29 de abril de 2009

martes, 28 de abril de 2009

DON MANRIQUE


Por Inés Carozza

Pero ¿qué es lo usted dice Don Manrique? ¿Qué tenemos como tres vidas? ¿Cómo es eso?
- Sí, hijo sí. La de acá, la del más allá y hay otra.
- Esa es la que me interesa, la otra. ¿Me explica?... Sabe que pasa, usted, en sus famosas coplas… En la XXXV, precisamente, habla de la fama y… y… yo quería..., quiero ser famoso…
- ¿En la XXXV, dices? Ya ha pasado tanto tiempo, que muy bien no lo recuerdo… pero sí, tiene que ver con eso.
- ¿Con qué?
-  Pues con el recuerdo. Con que todos te recuerden por lo que fuiste, por tus obras, es decir tus acciones. Que claro, deben ser buenas. Aunque pensándolo bien, si son malas, muy malas, también te van a recordar. Por todos los daños que has causado. Claro que serías famoso igual. Pero vamos, que no es eso lo que he querido decir en mis coplas.
- Sabe qué Don Manrique... yo no sé muy bien lo que quiso decir, pero sé que a mí me cuesta bastante entender su libro, por lo del castellano antiguo ¿vio? Claro que la conversación por lo menos me sirvió para algo. Entendí que la fama tiene dos caras, una buena y una mala. Y no estoy tan seguro ahora de querer ser famoso. Conozco a algunos que por un instante, que digo, por la centésima parte de un instante darían cualquier cosa por saborear a la codiciada chica.
- Pero ¿de qué chica me hablas?
- De la fama, ¡eh que yo también puedo usar metáforas!... Y bueno, ahora que tengo un poco más ordenada mi cabeza, voy a ir terminando con el libro porqué está por cerrar la biblioteca y usted tiene que volver al estante. Que la señora del mostrador me recomendó: “cuidado con este ejemplar que es único”, y no sé cuantos años dijo que tenía. Así que lo dejo…
- Espera, espera, primero explícame como es eso de ordenar la cabeza, ¿la limpias? ¿La barres? ¿Sacudes? ¿Qué haces?
- No, Don Manrique, es otra metáfora. Quise decir: ahora que tengo más claros mis pensamientos. ¿Entiende?
- Sí, hijo, sí, pero vete que allí llega la del mostrador. Ya devuélveme al estante, no vaya a pensar que estas loco y que estás hablando solo. Ah, vuelve cuando quieras, que me aburro, me abren tan poco. La del mostrador ni siquiera me pasa un plumero. Con eso te digo todo. Que esa fama de la que tanto hablé, sólo me sirvió para que de vez en cuando me desempolve algún estudiante, y viste como son algunos jóvenes, tan aburridos, que me duermo yo antes que ellos.

domingo, 26 de abril de 2009

EL CANTO DE LAS SIRENAS


Fragmento del Canto XII de La Odisea de Homero

“Odiseo.-¡Oh, amigos! No conviene que sean únicamente uno o dos quienes conozcan los vaticinios que me reveló Circe, la divina entre las diosas, y os los voy a referir para que, sabedores de ellos, o muramos o nos salvemos, librándonos de la muerte y de la Parca. Nos ordena lo primero rehuir la voz de las divinales sirenas y el florido prado en que éstas moran. Manifestóme que tan sólo yo debo oírlas, pero atadme con fuertes lazos, de pie y arrimado a la parte inferior del mástil –para que me esté allí sin moverme-, y las sogas líguense al mismo. Y en el caso de que os ruegue o mande que me soltéis, atadme con más lazos todavía.
Mientras hablaba, declarando estas cosas a mis compañeros, la nave, bien construida, llegó muy presto a la isla de las sirenas, pues la
Empujaba favorable viento. Desde aquel instante echóse el viento y reinó sosegada clama, pues algún numen adormeció las olas. Levantáronse mis compañeros, amainaron las velas y pusiéronlas en la cóncava nave y, habiéndose sentado nuevamente en los bancos, emblanquecían el agua, agitándola con los remos de pulimentado abeto. Tomé al instante un gran pan de cera y lo partí con el agudo bronce en pedacitos, que me puse luego a apretar con mis robustas manos. Pronto se calentó la cera, porque hubo de ceder a la gran fuerza y a los rayos del soberano Sol Hiperiónida, y fui tapando con ellas lo oídos de todos los compañeros. Atáronme éstos en la nave, de pies y manos, derecho y arrimado a la parte inferior del mástil; ligaron las sogas al mismo, y sentándose en los bancos, tornaron a batir con los remos el espumoso mar. Hicimos andar la nave muy rápidamente y, al hallarnos tan cerca de la orilla que allá pudieran llegar nuestras voces, no se les encubrió a las sirenas que la ligera embarcación navegaba a poca distancia, y empezaron un sonoro canto:
Las sirenas: - ¡Ea, célebre Odiseo, gloria insigne de los aqueos! Acércate y detén la nave para que oigas nuestra voz. Nadie ha pasado en su negro bajel sin que oyera la suave voz que fluye de nuestra boca, sino que se van todos después de recrearse con ellas, sabiendo más que antes, pues sabemos cuántas fatigas padecieron en la vasta Troya argivos y teucros, por la voluntad de los dioses y conocemos también todo cuanto ocurre en la fértil tierra.
Esto dijeron con su hermosa voz. Sintióse mi corazón con ganas de oírlas, y moví las cejas, mandando a los compañeros que me desatasen, pero todos se inclinaron y se pusieron a remar. Y, levantándose al punto Perímedes y Euríloco, atáronme con nuevos lazos, que me sujetaban más reciamente. Cuando dejamos atrás las sirenas y ni su voz ni su canto se oían ya, quitáronse mis fieles compañeros la cera con que había yo tapado sus oídos y me soltaron las ligaduras. Al poco rato de haber dejado atrás la isla de las sirenas, vi humo e ingentes olas y percibí fuerte estruendo. Los míos, amedrentados, hicieron volar los remos, que cayeron con gran fragor en la corriente, y la nave se detuvo porque ya las manos no batían los largos remos”.

"LA SIRENA INCONFORME" de Augusto Monterroso

Usó todas sus voces, todos sus registros; en cierta forma se extralimitó; quedó afónica quién sabe por cuánto tiempo.
Las otras pronto se dieron cuenta de que era poco lo que podían hacer, de que el aburridor y astuto Ulises había empleado una vez más su ingenio, y con cierto alivio se resignaron a dejarlo pasar.
Esta no; ésta luchó hasta el fin, incluso después de que aquel hombre tan amado y deseado desapareció definitivamente.
Pero el tiempo es terco y pasa y todo vuelve.
Al regreso del héroe, cuando sus compañeras, aleccionadas por la experiencia, ni siquiera tratan de repetir sus vanas insinuaciones, sumisa, con la voz apagada, y persuadida de la inutilidad de su intento, sigue cantando.
Por su parte, más seguro de sí mismo, como quien había viajado tanto, esta vez Ulises se detuvo, desembarcó, le estrechó la mano, escuchó el canto solitario durante un tiempo según él más o menos discreto, y cuando lo consideró oportuno la poseyó ingeniosamente; poco después, de acuerdo con su costumbre, huyó.
De esta unión nació el fabuloso Hygrós, o sea “el Húmedo” en nuestro seco español, posteriormente proclamado patrón de las vírgenes solitarias, las pálidas prostitutas que las compañías navieras contratan para entretener a los pasajeros tímidos que en las noches deambulan por las cubiertas de sus vastos transatlánticos, los pobres, los ricos, y otras causas perdidas.

Augusto Monterroso (1991), La oveja negra y demás fábulas, Barcelona, Anagrama.

DE HOMERO A MONTERROSO

Análisis comparativo e interpretativo de “La sirena inconforme” de Augusto Monterroso y el fragmento del Canto XII de La Odisea de Homero

Por Inés Carozza

 Realizar el análisis comparativo y no entrelazarlo con el interpretativo resulta sumamente difícil, por eso trataremos de ser lo más claros posible en el abordaje de los textos propuestos. Tanto “La sirena inconforme” de Augusto Monterroso, como el Canto XII de La Odisea nos muestran dos concepciones diferentes sobre la relación del héroe homérico, Ulises, y las sirenas. La Odisea narra la historia de un hombre que tras muchos padecimientos y vagabundeos vuelve a su hogar donde lo espera su esposa, materialmente sitiada por un grupo de pretendientes, a quienes él castiga con la muerte. Ulises u Odiseo es el eterno viajero, que persiste en el retorno a su patria y que encarna al “buscador” por excelencia, seguramente de sí mismo. Pero es en esta búsqueda y retorno que debe enfrentarse a un montón de contratiempos y dificultades, que en muchos casos lo alejan más de su Ítaca, en vez de aproximarlo. Una las aventuras del héroe griego, es la que se relata en el Canto XII. Advertido por la bella Circe: “Llegarás primero a las sirenas, que encantan a cuantos hombres van a su encuentro. Aquel que oye su voz pierde familia y destino y no vuelve…” Ulises, le pide a sus hombres que lo aten al mástil para poder oír. El resto del episodio es bien conocido, sin embargo lo que aquí debemos destacar es la apelación dirigida a la sed de saber del héroe. No es un llamamiento general. En torno de las sirenas yacen los huesos de otros marinos destrozados por ellas. Por eso, Ulises protege a sus hombres tapando sus oídos con cera, pero él, astutamente, se enfrenta a la seducción del canto de estas criaturas. Y como tantas otras veces, logra vencer airoso el obstáculo, burlando a sus opositoras, las sirenas. No hay impedimento posible para este personaje, incansable, atrevido y ávido de conocimiento. La Odisea, celebra su astucia e ingenio. El contexto en el que se produce el poema, resalta esta concepción del héroe. No es un mero agente de cualquier tipo de acciones. Es alguien distinto y superior. Y de acuerdo con lo dicho anteriormente, Ulises cumple con esas condiciones. Por otra parte, su derrotero ejemplifica claramente los pasos que siguen los héroes (si bien Ulises ya es presentado como tal en La Ilíada) en los relatos épicos: Realiza un viaje, aunque éste es el retorno a su patria. Trayecto que está plagado de pruebas, las que representan metafóricamente las dificultades particulares y propias de la antigüedad griega, con todo su bagaje de creencias y desafíos. Lo que distingue a Ulises como héroe es la dimensión de esas dificultades. Para el arribo a su isla ya es un hombre que ha crecido y modificado su espíritu. Tal como afirma Josehp Campbell (1904-1987) “el héroe se constituye como tal a través de dos tipos de hazañas: La física y la espiritual”.[1] Ahora bien, ¿es el mismo Ulises, éste de la Odisea, que el presentado por Augusto Monterroso en “La sirena inconforme”? No. Éste parece más humano, desendiosado podría decirse, más seguro de sí mismo y trabajado por la experiencia adquirida en su continuo volver. Pero no es sólo el héroe el que se nos presenta diferente, sino también las sirenas. No sólo la protagonista, “la sirena inconforme”, sino también sus hermanas aparecen distintas en esta fábula, que en el relato clásico. Llegados a este punto, debemos destacar que si bien el hombre tiene el papel principal en el poema homérico, las figuras femeninas tienen un muy destacado y significativo rol. Las sirenas, son figuras indeterminadas, (no son descriptas en su aspecto por Homero), pero peligrosas, criaturas malignas que representan los peligros del mar para los navegantes. Eróticamente encantadoras, su aspecto físico es muy discutido. Los primeros testimonios en el arte las representaban como seres alados, con cabeza humana. Posteriormente y no se sabe cómo comenzó a representárselas como figuras marinas. Monterroso nos introduce con su fábula en el género paródico, centrándose en la inversión y contraste de los valores, encarnados en los personajes de la obra parodiada. Este recurso es usado por el autor en otro texto, también perteneciente a La oveja negra y más fábulas (1983), que se titula: “La tela de Penélope, o quién engaña a quién”. Aquí, otra vez juega con la inversión y la diferencia, presentando a un Ulises crédulo y a una Penélope que tejía mientras esperaba su regreso, cuando en realidad tejía para mantener al esposo alejado y coquetear con los pretendientes. Por otra parte, de la lectura se desprende que la focalización de los textos es distinta. La Odisea tiene puesta la mirada en el héroe, mientras que en fábula de la sirena, Monterroso da un giro a la historia y la cuenta desde otro punto de vista. Pero a donde queremos dirigir nuestra atención, es al tratamiento que se le da en los dos textos a la figura femenina. Tanto en la literatura como en otras manifestaciones del arte de la antigüedad, la figura femenina aparece vinculada a seres de aspecto híbrido (con características humanas y animales), sumamente peligrosos y engañadores, que atrapan a los hombres por medio de la seducción y el encanto con el fin de destruirlos. Es así como son presentadas, las sirenas en el poema homérico. Como dijimos anteriormente, representan los peligros del mar para los navegantes. Ahora bien, esta imagen de mujer maligna perdura en la historia de la literatura a través de otros relatos en los que se la presenta emparentada con el demonio. La demonización de lo femenino es común en la cultura greco-romano-cristiana. La mujer era considerada como un mal necesario, un ser inferior, sistemáticamente despreciado por los hombres. Es por eso que la misoginia, que se advierte en La Odisea, atraviesa la sociedad del período más largo de la humanidad. Sintetizando hasta aquí, podemos sostener que un aspecto relevante de la cultura antigua y posterior, es la demonización de la mujer, el rechazo a este género de lo humano, por considerarse que sus encantos (tan gratos a los hombres) sólo conducen a la perdición de éste. Sin embargo, no es este el único aspecto que debemos tener en cuenta: la mujer dejaba de ser peligrosa si se la convertía en madre. Entonces, su finalidad en el mundo era la conservación de la especie, el cuidado de la prole. Ahora bien, ¿qué nos muestra Monterroso de sus personajes femeninos? Su “sirena inconforme” es un ser perseverante, que distintamente a sus hermanas (ya cansadas de la indiferencia de Ulises) persiste en su intento de atraer al hombre amado. Siguiendo el relato hasta el final podemos darnos cuenta que la fábula victimiza a la sirena. No obstante, es aquí donde debemos preguntarnos si esta victimización es tal, o es sólo la otra cara de la misma mirada social antes mencionada. Cómo se explica esto: La “sirena inconforme” logra tener parte del tiempo de Ulises, pero éste después la abandona y sale malograda. Ya Hans Christian Andersen (1805-1875) en su famoso cuento La sirenita, presenta a una ejemplar de la especie que salva a un joven príncipe de morir ahogado y se enamora de él. Para obtener su amor (y a pesar de ello no lo logra) cambia su cola de pez por piernas humanas, entregando su voz. Entonces se convierte en una mujer muda. Por lo tanto, nos deberíamos preguntar ¿la mujer “callada”, “sin voz”, es un ideal masculino de otra época? Teniendo en cuenta que la valorización de la mujer en “casi” todas sus facultades y aptitudes, semejantes a las del hombre, tiene poco tiempo en la historia de la humanidad, la respuesta es un sí rotundo. Pero detengámonos en Monterroso. Su sirena, no se queda muda, se queda afónica de tanto insistir en su canto. Y también, al igual que el personaje de Andersen, sale perdiendo, abandonada y con un hijo. Ya en el final de la fábula, el autor nos deja entrever que como madre, “sin padre” que se haga cargo del crío, es probable que termine de prostituta (hecho bastante común de la historia social y cultural). Por supuesto, que ésta es sólo una posible interpretación. La moraleja corre por cuenta del lector y de la posición que adopte frente a los hechos presentados, así como de los códigos culturales de los que esté imbuido. Es por ello, que a partir del análisis interpretativo, se hace claro el entrecruzamiento de códigos: culturales/ tradicionales/populares, semánticos y simbólicos, que tejen ambos relatos, formando una telaraña posible de desenredar si se conoce el contexto en el que fueron producidos los textos. Y es así, que podemos decir que una época, a pesar de las distancias temporales, se une a la otra aceptando o rechazando posturas y por qué no, develando otra faz de lo mismo. Tanto la demonización como la victimización de lo femenino en la historia de la literatura convergen en un mismo destino, la desvalorización de la mujer como ser semejante al hombre en aptitudes y capacidades intelectuales. Se olvidó o no se quiso ver que la mujer además de ser madre y seductora, y esto último no siempre para mal de los hombre, es un ser que piensa y complementa al género opuesto. Por otro lado, como todo hipertexto el de Monterroso transforma al original y se convierte en texto propio e independiente del clásico. No obstante este último completa las ausencias, lo “no dicho” en la fábula y sólo aquel que conozca el poema de Homero, logrará una cabal interpretación, que como ya se dijo acertada o no, depende de la mirada crítica del receptor. [1] Campbell, Joseph. El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. México, FCE, 2005.

domingo, 19 de abril de 2009

IMPRESIONES DE UN PROFESOR

Esa mañana entró al aula como lo había hecho durante veinte años. Todo era igual, sin embargo diferente. Ese día los conocería, treinta y cinco adolescentes, no preocupados por un futuro forjado en el estudio. No, eran esos que habían dado vueltas por tantas escuelas y ahora habían anclado en ésta. Algunos acaso, completaran su escolaridad.
Los mira. Ve expectativas de nada en esos ojos, que lo observan desde el fracaso antes de empezar. Los mira y piensa, seguro que exageran un poco. Pero el fatalismo los inunda, tal vez porque el fatalismo es comodidad. Nada más seguro que un cero en geografía, excluir toda posibilidad éxito y desterrar los inconvenientes del esfuerzo. Ahí están, como un abanico de la época. ¿Distintos? ¿Iguales? El rockero, de pantalones ajustados, ropa de marca para el cheto, campera de cuero para el fanático de las motos, pelos largos o flequillos al ras, pokemonas contra pelilais, viudas de quince años antes de casarse, percing y tatuajes por doquier.
Piensa, recién dejaron el asombro de la infancia y sin embargo, tienen ese aire de indiferente seriedad. Dan la impresión de saber más que él. Pero ¿sobre qué? Ese es precisamente el enigma de sus rostros…

Inés Carozza

QUIÉN DIJO QUE TODO ESTÁ PERDIDO…

Lo conocí cuando tenía trece años. Era un chico sin dificultades para la amistad, ni con el estudio. Después algo pasó, un resorte se disparó y un click repercutió en su cabeza. Nunca supe el porqué, pero se transformó. Se aisló, se fabricó una imagen con dibujos certeros en el cuerpo y piercing en la cara; cortó su cabello: un día media cabeza rapada, otro, un cuadriculado a dos tonos. Después no lo vi más.
Con los años, llegó a la nocturna y volvimos a encontrarnos. Persistía en su soledad, sin embargo, permitió que me infiltrara en sus pensamientos. Amaba el arte y era magistral con lápices y colores. Una vez le pedí un dibujo para la revista escolar y no se negó, se sintió halagado y dejó que escarbara la armadura de cueros y melancolía, que escondía en su interior la suavidad del dulce. Terminó el año y se fue como tantos otros.
Sorpresivamente, un día apareció y no lo reconocí. El joven que me hablaba era alguien diferente, sin corte de pelo raro. Me contó que viajaría para estudiar arte, pregunté por el “otro”, dijo “ha encallado en una estación del pasado, yo transito la de la esperanza”.

Inés Carozza

EVA, LOS LIBROS Y LA MANZANA


El Heraldo de Aragón
Por Clara Obligado


Una curiosa operación matemática nos hace ver que a lo largo de nuestra vida, si comenzamos a leer a los diez años y dejamos de hacerlo a los ochenta, con un ritmo de un libro a la semana, sólo lograremos leer unos 3.600 volúmenes. Esto parece saberlo una Eva que lee con avidez en el metro mientras los Adanes del vagón hojean una revista de deportes. Según todas las encuestas, las mujeres leen más y, en los últimos tiempos, se agrupan en esos sorprendentes “clubes de lectura” que germinan por toda la geografía de la Península y que, casi en su totalidad, están compuestos por mujeres. No deja de ser curioso, ya que históricamente el acceso de ellas a los libros fue más tardío y nada parece explicar la causa de tal asimetría.
Podría suponerse que amamos lo que nos cuesta conseguir, que valoramos más lo que logramos con dificultad, y éste es el caso de las Evas y los libros. El simple hecho de acceder a la lectura hizo que ellas hicieran gala de una tenaz inventiva. Así, en la época en la que se construían las catedrales, Hildegarda de Bingen, una monja renana, se escondió en un convento para acceder a los libros y así se la retrató, bajo una ducha de lenguas de fuego de las que emanaba su sabiduría. Ada Byron, precursora del lenguaje informático, tenía un marido que se colaba en las bibliotecas para conseguirle los textos a los que ella, por ser hija de Eva, no podía acceder. Gertrude Bell, amiga de Lawrence de Arabia, la mujer que trazó el mapa de la turbulenta Irak, debía asistir a las clases en la universidad sentada de espaldas para no alterar a los catedráticos con su afán de conocimiento. Para todas ellas pedía Virginia Woolf “una habitación propia”, un espacio reservado al ejercicio intelectual. Así, la historia de las mujeres que leen está llena de aventuras, algunas de ellas heroicas. Son una cadena de “co-legas”, –un vocablo que esconde en su etimología la idea de leer en común– y atraviesan la historia con un libro en la mano. A ellas se suma ahora esta mujer que lee con ansia en el metro o en el autobús, que se reúne en un club de lectura sin otra intención que la de compartir un libro, que con su actitud teje, no la tela de Penélope, sino las sutiles urdimbres de un intercambio basado en la cultura. Ajena a lo que sucede a su alrededor, en esa tierra de nadie que son los transportes públicos, en ese espacio de libertad situado tan lejos de casa como del trabajo, Eva ha encontrado un paraíso a su medida, una habitación propia: la del tiempo libre siempre tan escaso, el paréntesis que se abre como un abanico para que entre un libro. Eva, mientras viaja, en esa gozosa tierra media que está entre el hogar y el trabajo, en el Edén traqueteante, sin pomposidad alguna, se deja ir hacia el apacible laberinto de las páginas y se sumerge en el goloso placer de la lectura.
Como bien decía E. M. Forster, los libros, para comprenderlos, no se pueden devorar, hay que leerlos, y ellas, nutricias la mayor parte del día, aprovechan estos cortos viajes para alimentar su espíritu. Tal vez Eva, al entregarle la manzana a Adán no buscara tentarlo, atraerlo hacia sí, sino más bien alejarlo, distraerlo, darle algo qué hacer y, mientras él masticaba el fruto bajo el árbol, Eva se dedicaba, subrepticiamente, a la lectura.

MIS PINTURAS PREFERIDAS


EL VIOLINISTA


miércoles, 15 de abril de 2009

UN PUENTE ENTRE DOS VIDAS



La imagen del puente lo obsesionaba, a tal punto que en cuanto pudo programó el viaje. Estaba casi seguro, secretamente una voz se lo había dicho cuando aún no sabía de mapas y geografías, que el puente que lo perseguía estaba en Francia.
Mientras fue niño buscó en fotografías y pinturas, pero no podía precisar ni el lugar ni la terrible atracción que sentía cuando se enfrentaba a aquella imagen. Luego pasaron los años, indagó y supo que el Sena está atravesado por innumerables puentes.
Entonces, su puente tal vez estaría en París.
Un día una compañera de trabajo que había viajado a esa ciudad le certificó lo de los puentes. Pero con el tiempo, al puente se fueron agregando otros elementos que componían un cuadro de época. Estaba seguro de que no era un sueño, ni lo había visto en un retrato. Era demasiado real, no por lo que veía sino por lo que sentía.
En un banco junto al puente, a orillas del río, un hombre y una mujer conversaban. Sabía hasta la afirmación, otra vez la voz se lo había dicho, que ese hombre era él. Pero siempre dudaba en cuanto a la mujer. La veía hermosa, no en belleza física: era la hermosura que brinda la mirada del amor.
Viajó. No fue solo. Lo acompañaron su mujer y su hijo menor. El entusiasmo le impedía ver que eran muchos los puentes que debían recorrer para encontrar el suyo, porque ya lo sentía suyo.
Una tarde en la que el calor parisino se hacía sentir sin claudicar, emprendieron el derrotero de puentes cuando, de pronto, un nudo de emoción le cerró la garganta y afloraron las lágrimas. Lo había encontrado: el Alexander III, el más lindo de todos los puentes. Ahora solo restaba ver si estaban el árbol y el banco de plaza. Allí estaban, igual que como él los viera. Sólo quedaba la incógnita de la mujer.
No era tan iluso como para creer que ella estaría ahí. Pertenecía a otro tiempo, presumía que al siglo XVIII por su atuendo. Pero allí estaba y le tendía sus brazos que lo esperaban para rodearlo. Una fuerza irresistible lo atrajo hacía ella. Dejó el brazo de su esposa y soltó la mano de su hijo...
Ambos vieron, atónitos, cómo se alejaba de ellos y se fundía junto al cuerpo femenino para desaparecer con ella por las calles de un París que de pronto les resultaba desconocido.

Inés Carozza

APRENDIZAJE



El viaje en globo comenzó hace mucho tiempo, no podría precisar bien cuánto, pero sé que fue hace mucho. Éramos varios los tripulantes, todos habíamos llegado por razones diversas. Lo único que nos unía era el compartir el viaje.
De vez en cuando, tocábamos tierra. Era en esos momentos en los que aprovechábamos para entrar en contacto con los otros, con los que allí vivían. También de vez en cuando, alguno se quedaba y no volvía nunca más al globo. En otras oportunidades, alguien que había decidido quedarse, volvía a retornar por encontrar insoportable la vida en la tierra. Sólo una vez subió alguien que cambiaría nuestras vidas.
Durante su estada en el mundo terrestre se había desempeñado como terapeuta de almas, ahora quería olvidarse de ese intentar ordenar vidas ajenas para encontrarle un camino a la suya. Sin embargo le fue muy difícil salirse de ese rol, no porque no lo intentara, sino porqué nosotros no la dejábamos hacerlo. Muy pronto, sí recuerdo que fue casi inmediatamente después de su llegada, tomo la conducción del globo. Pero repito, fuimos nosotros los que la condujimos hacía el timón, y ella como si casi no tuviera voluntad se dejó llevar. Todos confiábamos en ella, tal vez con su ayuda, algún día podríamos volver a nuestros hogares.
El tiempo fue pasando y el cambio operado en nosotros pronto se hizo visible. Ahora todos eran solidarios con todos, a cada uno le importaba de los demás. Todas las tareas resultaron más fáciles.
Un día hicimos pie en tierra, otra vez. Muchos bajaron y abandonaron el globo para siempre. Ella no, aun no había encontrado lo que buscaba si bien había ayudado a muchos a hacerlo. Por eso se quedó un tiempo más, pero ya había comenzado a anticiparnos, que fuéramos pensando en volar solos. “Por el aire no se puede usar bastón, para eso tienen que pisar tierra firme”, decía. “Y yo no puedo ser el bastón de ustedes, menos en un globo en el que hay tan poco espacio”. Así que aunque todavía estaba ahí, poco a poco nos fue abandonando. Casi no nos hablaba, se había encerrado en un mundo propio, pero se la veía feliz. Todos intuimos que tal vez había encontrado lo que buscaba, por eso no la molestábamos. Se fue quedando sola… Había cambiado nuestra vida, pero también había cambiado la suya.
Arrinconada en un pequeño lugar, cada vez ocupaba menos espacio, mantenía largas conversaciones consigo misma. Su idioma se nos hizo, poco a poco ininteligible. Cuando de pronto una mañana fuimos testigos de la transformación, ya no era la que había sido. Su cuerpo ahora diminuto, comenzó a cubrirse de plumas, de sus brazos se extendieron alas… Entonces, como si todos hubiéramos sido uno solo, como si nuestras mentes se hubieran conectado para dar a luz un secreto, comprendimos. Comprendimos todo. Porqué había venido al globo, cuál había sido su búsqueda, su destino, su aprendizaje. Por eso todos aplaudimos cuando empezó lentamente a mover las alas, ya casi lo había logrado… Posada sobre la barandilla del globo las desplegó, eran grandes comparadas con el cuerpo, las movió una vez más y levantó vuelo. Sí, sí…, decíamos todos consternados y felices al mismo tiempo, a eso había venido, a observar de cerca a las aves… a aprender a volar.

Inés C. Carozza

viernes, 10 de abril de 2009

EL INICIO DEL CAMINO



“¿Quién dijo que leer es fácil?… Precisamente porque no es fácil, es que convertirse en lector resulta una conquista”[1] Esta cita de Graciela Montes, pone de manifiesto dos cosas: la conquista de convertirnos en lectores y la dificultad que eso conlleva, cuando además es nuestra responsabilidad, impuesta o asumida, la de acercar a otros a leer.
Y ya que de Lectura y Literatura se trata, nada mejor que comenzar citandon un librito de Daniel Pennac, “Como una Novela”,
[2]en el que el escritor francés nos invita a reflexionar sobre lo qué significa leer, lo qué es dar a leer y cómo recuperar el placer de la lectura.
Los que amamos los libros, los que nos hemos escapado siguiendo la ruta de una historia bien narrada, no podemos dejar de identificarnos con éstas páginas, que nos invitan a repensar nuestra tarea de educadores, seamos padres, abuelos, maestros o todo aquel que se sienta con la responsabilidad de sumergir a un niño, a un joven, en el atrapante mundo de la lectura.
Dice Daniel Pennac:

“El verbo leer no soporta el imperativo. Aversión que comparte con otros verbos: el verbo «amar»..., el verbo «soñar»...
Claro que siempre se puede intentar. Adelante: « ¡Ámame!» « ¡Sueña!» « ¡Lee!» « ¡Lee! ¡Pero lee de una vez, te ordeno que leas, caramba!»
— ¡Sube a tu cuarto y lee! ¿Resultado?
Ninguno.
Se ha dormido sobre el libro. La ventana, de repente, se le ha antojado inmensamente abierta sobre algo deseable. Y es por ahí por donde ha huido para escapar al libro.
(…)
Seamos justos: no se nos ocurrió inmediatamente imponerle la lectura como deber. En un primer momento sólo pensamos en su placer. Sus primeros años nos llevaron al estado de gracia. El arrobamiento absoluto delante de aquella vida nueva nos otorgó una suerte de talento. Por él, nos convertimos en narradores. Desde su iniciación en el lenguaje, le contamos historias. Era una cualidad que no conocíamos en nosotros. Su placer nos inspiraba. Su dicha nos daba aliento. Por él, multiplicamos los personajes, encadenamos los episodios, ingeniamos nuevas trampas...
(…)
E incluso si no contamos nada en absoluto, incluso si nos limitamos a leer en voz alta, éramos su novelista, el narrador único, por quien, todas las noches, se metía en los pijamas del sueño antes de fundirse debajo de las sábanas de la noche. Más aún, éramos el Libro.
(…)
En suma, le enseñamos todo acerca del libro cuando no sabía leer. Le abrimos a la infinita diversidad de las cosas imaginarias, le iniciamos en las alegrías del viaje vertical, le dotamos de la ubicuidad, liberado de Cronos, sumido en la soledad fabulosamente poblada del lector... Las historias que le leíamos estaban llenas de hermanos, de hermanas, de parientes, de dobles ideales, escuadrillas de ángeles de la guarda, cohortes de amigos tutelares encargados de sus penas, pero que, luchando contra sus propios ogros, encontraban también ellos refugio en los latidos inquietos de su corazón. Se había convertido en su ángel recíproco: un lector. Sin él, su mundo no existía. Sin ellos, él permanecía atrapado en el espesor del propio. Así descubrió la paradójica virtud de la lectura que consiste en abstraernos del mundo para encontrarle un sentido.
(…)
Sí, le enseñamos todo acerca del libro.
Abrimos formidablemente su apetito de lector. ¡Hasta el punto, acordaos, hasta el punto de que tenía prisa por aprender a leer!
¡Qué pedagogos éramos cuando no estábamos preocupados por la pedagogía!
(…)
La intimidad perdida...
Visto ahora en este comienzo de insomnio, aquel ritual de la lectura, cada noche, al pie de su cama, cuando él era pequeño —hora fija y gestos inmutables—, se parecía un poco a la oración.
(…)
Gratuito. Así es como él lo entendía. Un regalo. Un momento fuera de los momentos. Incondicional. La historia nocturna le liberaba del peso del día. Soltaba sus amarras. Se iba con el viento, inmensamente aligerado, y el viento era nuestra voz.
Como precio de este viaje, no se le pedía nada, ni un céntimo, no se le exigía la menor contrapartida. Ni siquiera era un premio… Aquí, todo ocurría en el país de la gratuidad.
La gratuidad, que es la única moneda del arte.
(…)
¿Qué ha ocurrido, pues, entre aquella intimidad de entonces y él ahora, encallado contra un libro-acantilado, mientras que nosotros intentamos entenderlo (o sea, tranquilizamos) acusando al siglo y su televisión que tal vez nos hemos olvidado de apagar?
¿La culpa es de la tele?
¿El siglo XX demasiado «visual»? ¿El XIX demasiado descriptivo? ¿Y por qué no el XVIII demasiado racional, el XVII demasiado clásico, el XVI demasiado renacentista, Pushkin demasiado ruso y Sófocles demasiado muerto? Como si las relaciones entre el hombre y el libro necesitaran siglos para espaciarse.
Bastan unos pocos años. Unas pocas semanas.
El tiempo de un malentendido.
En la época en que, al pie de su cama, evocábamos el vestido rojo de Caperucita Roja, y, hasta en sus más mínimos detalles, el contenido de su cesta, sin olvidar las profundidades del bosque, las orejas de la abuela tan extrañamente peludas de repente, la clavijilla y la aldabilla, no recuerdo que nuestras descripciones le parecieran demasiado largas.
No es que desde entonces hayan pasado siglos. Han pasado esos momentos que se llaman la vida, a los que se confiere un aspecto de eternidad a fuerza de principios intangibles: «Hay que leer.»
(…)
La escuela llegó muy oportunamente.
Cogió el futuro en su mano.
Leer, escribir, contar...
Al comienzo, él se entregó con auténtico entusiasmo. ¡Qué bonito era que todos aquellos palotes, aquellas curvas, aquellos redondeles y aquellos puentecitos, reunidos, letras! Y aquellas letras juntas, silabé: y aquellas sílabas, una tras otra, palabras, no salía de su asombro. ¡Y que algunas de aquellas palabras le resultaran tan familiares, era mágico!
(…)
Mamá, por ejemplo, mamá, tres puentecitos, un redondel, una curva, otros tres puentecitos, un segundo redondel, otra curva, resultado: mamá. ¿Cómo recuperarse de esta maravilla? (...) ¡Está escrito ahí, delante de sus ojos, pero es algo que sale de él! No es una combinación de sílabas, no es una palabra, no es un concepto, no es una mamá, es su mamá, una transmutación mágica, infinitamente más expresiva que la más fiel de las fotografías, sólo con redondelitos, sin embargo, con puentecitos..., pero que, de repente —¡y para siempre!— han dejado de ser eso, de no ser nada, para convertirse en esa presencia, esa voz, ese perfume, esa mano, ese regazo, esa infinidad de detalles, ese todo, tan íntimamente absoluto, y tan absolutamente ajeno a lo que está trazado ahí, en los raíles de la página, entre las cuatro paredes de la clase...
La piedra filosofal.
Ni más ni menos.
Acaba de descubrir la piedra filosofal.
(…)
Nadie se cura de esta metamorfosis. Nadie sale indemne de semejante viaje. Por inhibida que sea, cualquier lectura está presidida por el placer de leer; y, por su misma naturaleza —este goce de alquimista—, el placer de leer no teme a la imagen, ni siquiera a la televisiva, aun cuando se presente bajo forma de avalancha diaria. Pero si el placer de leer se ha perdido (si, como se dice, a mi hijo, a mi hija, a la juventud, no les gusta leer), no está muy lejos.
Sólo se ha extraviado.
Es fácil de recuperar.
Claro que hay que saber por qué caminos buscarlo, y, para ello, enumerar unas cuantas verdades que no guardan ninguna relación con los efectos de la modernidad sobre la juventud. Unas cuantas verdades que sólo se refieren a nosotros... A nosotros, que afirmamos que «amamos la lectura», y que pretendemos hacer compartir este amor.
(…)
Hay que leer, hay que leer...
¿Y si, en lugar de exigir la lectura, el profesor decidiera de repente compartir su propia dicha de leer? ¿La dicha de leer? ¿Qué es la dicha de leer? Preguntas que suponen, en efecto, un estupendo retorno sobre uno mismo… Una lectura bien llevada salva de todo, incluido uno mismo.
Y, por encima de todo, leemos contra la muerte.
(…)
Basta una condición para esta reconciliación con la lectura: no pedir nada a cambio. Absolutamente nada. No alzar ninguna muralla de conocimientos preliminares alrededor del libro. No plantear la más mínima pregunta. No encargar el más mínimo trabajo. No añadir ni una palabra a las de las páginas leídas. Ni juicio de valor, ni explicación de vocabulario, ni análisis de texto, ni indicación biográfica... Prohibirse por completo «hablar de».
Lectura-regalo.
Leer y esperar.
Una curiosidad no se fuerza, se despierta.
Leer, leer, y confiar en los ojos que se abren, en las caras que se alegran, en la pregunta que nacerá, y que arrastrará otra pregunta.
Si el pedagogo que llevo dentro se ofusca por no «presentar la obra en su contexto», persuadir a dicho pedagogo de que el único contexto que interesa, de momento, es el de esta clase.
Los caminos del conocimiento no confluyen en esta clase: ¡deben partir de ella!
De momento, leo unas novelas a un auditorio que cree que no le gusta leer. No podré enseñar nada serio mientras que no haya disipado esta ilusión, realizado mi trabajo de celestina.
En cuanto estos adolescentes se hayan reconciliado con los libros, recorrerán gustosamente el camino que va de la novela a su autor, y del autor a su época, y de la historia leída a sus múltiples sentidos.
El secreto consiste en estar preparado.
(…)
Pero no basta con leer en voz alta, también hay que contar, ofrecer nuestros tesoros, soltarlos sobre la ignorante playa. ¡Oíd, oíd, y ved lo bonita que es una historia!
No hay mejor manera para abrir el apetito del lector que darle a oler una orgía de lectura.
(…)
En materia de lectura, nosotros, «lectores», nos permitimos todos los derechos, comenzando por aquellos que negamos a los jóvenes a los que pretendemos iniciar en la lectura.

1) El derecho a no leer.
2) El derecho a saltamos las páginas.
3) El derecho a no terminar un libro.
4) El derecho a releer.
5) El derecho a leer cualquier cosa.
6) El derecho al bovarismo.
7) El derecho a leer en cualquier sitio.
8) El derecho a hojear.
9) El derecho a leer en voz alta.
10) El derecho a callamos.
(…)
“El derecho a callarnos”

El hombre construye casas porque está vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal. Vive en grupo porque es gregario, pero lee porque se sabe solo. Esta lectura es para él una compañía que no ocupa el lugar de ninguna otra pero que ninguna otra compañía podría sustituir. No le ofrece ninguna explicación definitiva sobre su destino pero teje una apretada red de connivencias que expresan la paradójica dicha de vivir a la vez que iluminan la absurdidad trágica de la vida. De manera que nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y nadie tiene poderes para pedirnos cuentas sobre esa intimidad.
Los escasos adultos que me han dado de leer se han borrado siempre delante de los libros y se han cuidado mucho de preguntarme qué había entendido en ellos. A ésos, evidentemente, hablaba de mis lecturas. Vivos o muertos, yo les dedico estas páginas.”

Esto que he querido compartir es apenas un fragmento de un libro que merece ser leído completo.

1] Montes, Graciela, La frontera indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio poético, México, FCE, 2000.
[2] Pennac, Daniel, Como una novela, Buenos Aires, Norma, 2004