martes, 5 de mayo de 2009

¿POR QUÉ ACONSEJAMOS LEER?


Dice el escritor francés Daniel Pennac en su libro titulado Como una Novela: “Los que no leen quedan privados para siempre de los libros. Quedan para siempre sin respuestas. Y muy pronto sin preguntas”.
Los que somos amantes de la lectura lo entendemos, por que el lector, el buen lector, es ante todo curioso. Curioso de saber, de conocimiento y también de entretenimiento. Por eso la búsqueda incesante de respuestas, porque siempre hay preguntas, siempre hay inquietudes, y el mundo de los libros es tan amplio que nos ofrece múltiples posibilidades para encontrar lo que deseamos hallar.
Como lectora incansable no puedo dejar de identificarme con Jorge Luis Borges y afirmar junto con él: “Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros...”
Los libros. Las historias que ellos encierran, entretuvieron mi infancia, hicieron menos penosa mi adolescencia y plenifican mi adultez. Tal vez parezca exagerado pero los considero más que objetos. A través de ellos se prolongan y perpetúan vidas; porque una vida “atrapada” en un libro no muere nunca. Qué quiero decir con esto: una obra literaria puede convertir en inmortal tanto a un personaje como a su autor. Se establece así una relación casi permanente, a través de los siglos, entre el lector y el espíritu de ese que alguna vez escribió. Y no es absurdo lo que afirmo, cualquier buen lector va a coincidir conmigo, porque ese es el caso de tantos autores, que a pesar del tiempo aun siguen vigentes. ¿Tengo que nombrar acaso a Cervantes o a Shakespeare? ¿A nuestros Borges, Cortázar, Arlt, Saer,u otros? La lista sería interminable...
Por otra parte, el que lee es una persona rica en posibilidades de vida, por que como dice Umberto Eco: “...nuestra riqueza (la de los lectores) respecto del analfabeto (o del que, alfabeto, no lee) consiste en que él está viviendo y vivirá sólo su vida y nosotros hemos vivido muchísimas. Recordamos, junto a nuestros juegos de infancia, los de Proust, sufrimos por nuestro amor, pero también por el de Píramo y Tisbe; asimilamos la sabiduría de Solón...y nos repetimos junto con la fábula que nos ha contado la abuela, la que había contado Scheherezade...”
Somos gente rara los lectores: algunos creen que pueden cambiar el mundo y que los libros pueden ayudar a hacerlo; otros pensamos: que el mundo va a cambiar, en la medida en que nosotros cambiemos y que los libros pueden ayudarnos en para el cambio.
Para ir finalizando esta reflexión, no puedo dejar de citar a la poetisa inglesa Emily Dickinson que nos propone: “No hay barco que sea como un libro / para llevarnos a tierras lejanas /... Es el modo más humilde de viajar / sin pagar pasaje...”. Pero por sobre todo, la lectura y de su mano los libros nos muestran otros horizontes, más vastos que los que nos permiten los terrenales; que tienen que ver con los del pensamiento y el crecimiento espiritual.
Y parafraseando al autor de El Nombre de la Rosa: “Es decrépito el analfabeto (de origen o de retorno) que padece de amnesia desde niño y no recuerda (por que no sabe) qué ocurrió en los Idus de Marzo. Por supuesto que también se pueden recordar mentiras, pero leer también ayuda a discriminar. No conociendo las culpas de los demás, el analfabeto ni siquiera conoce los propios derechos.” (...)
“El libro es un seguro de vida, una pequeña anticipación de inmortalidad. Hacia atrás más que hacia delante. Pero no se puede tener todo y al instante”.

Inés Carozza

No hay comentarios:

Publicar un comentario