domingo, 26 de abril de 2009

DE HOMERO A MONTERROSO

Análisis comparativo e interpretativo de “La sirena inconforme” de Augusto Monterroso y el fragmento del Canto XII de La Odisea de Homero

Por Inés Carozza

 Realizar el análisis comparativo y no entrelazarlo con el interpretativo resulta sumamente difícil, por eso trataremos de ser lo más claros posible en el abordaje de los textos propuestos. Tanto “La sirena inconforme” de Augusto Monterroso, como el Canto XII de La Odisea nos muestran dos concepciones diferentes sobre la relación del héroe homérico, Ulises, y las sirenas. La Odisea narra la historia de un hombre que tras muchos padecimientos y vagabundeos vuelve a su hogar donde lo espera su esposa, materialmente sitiada por un grupo de pretendientes, a quienes él castiga con la muerte. Ulises u Odiseo es el eterno viajero, que persiste en el retorno a su patria y que encarna al “buscador” por excelencia, seguramente de sí mismo. Pero es en esta búsqueda y retorno que debe enfrentarse a un montón de contratiempos y dificultades, que en muchos casos lo alejan más de su Ítaca, en vez de aproximarlo. Una las aventuras del héroe griego, es la que se relata en el Canto XII. Advertido por la bella Circe: “Llegarás primero a las sirenas, que encantan a cuantos hombres van a su encuentro. Aquel que oye su voz pierde familia y destino y no vuelve…” Ulises, le pide a sus hombres que lo aten al mástil para poder oír. El resto del episodio es bien conocido, sin embargo lo que aquí debemos destacar es la apelación dirigida a la sed de saber del héroe. No es un llamamiento general. En torno de las sirenas yacen los huesos de otros marinos destrozados por ellas. Por eso, Ulises protege a sus hombres tapando sus oídos con cera, pero él, astutamente, se enfrenta a la seducción del canto de estas criaturas. Y como tantas otras veces, logra vencer airoso el obstáculo, burlando a sus opositoras, las sirenas. No hay impedimento posible para este personaje, incansable, atrevido y ávido de conocimiento. La Odisea, celebra su astucia e ingenio. El contexto en el que se produce el poema, resalta esta concepción del héroe. No es un mero agente de cualquier tipo de acciones. Es alguien distinto y superior. Y de acuerdo con lo dicho anteriormente, Ulises cumple con esas condiciones. Por otra parte, su derrotero ejemplifica claramente los pasos que siguen los héroes (si bien Ulises ya es presentado como tal en La Ilíada) en los relatos épicos: Realiza un viaje, aunque éste es el retorno a su patria. Trayecto que está plagado de pruebas, las que representan metafóricamente las dificultades particulares y propias de la antigüedad griega, con todo su bagaje de creencias y desafíos. Lo que distingue a Ulises como héroe es la dimensión de esas dificultades. Para el arribo a su isla ya es un hombre que ha crecido y modificado su espíritu. Tal como afirma Josehp Campbell (1904-1987) “el héroe se constituye como tal a través de dos tipos de hazañas: La física y la espiritual”.[1] Ahora bien, ¿es el mismo Ulises, éste de la Odisea, que el presentado por Augusto Monterroso en “La sirena inconforme”? No. Éste parece más humano, desendiosado podría decirse, más seguro de sí mismo y trabajado por la experiencia adquirida en su continuo volver. Pero no es sólo el héroe el que se nos presenta diferente, sino también las sirenas. No sólo la protagonista, “la sirena inconforme”, sino también sus hermanas aparecen distintas en esta fábula, que en el relato clásico. Llegados a este punto, debemos destacar que si bien el hombre tiene el papel principal en el poema homérico, las figuras femeninas tienen un muy destacado y significativo rol. Las sirenas, son figuras indeterminadas, (no son descriptas en su aspecto por Homero), pero peligrosas, criaturas malignas que representan los peligros del mar para los navegantes. Eróticamente encantadoras, su aspecto físico es muy discutido. Los primeros testimonios en el arte las representaban como seres alados, con cabeza humana. Posteriormente y no se sabe cómo comenzó a representárselas como figuras marinas. Monterroso nos introduce con su fábula en el género paródico, centrándose en la inversión y contraste de los valores, encarnados en los personajes de la obra parodiada. Este recurso es usado por el autor en otro texto, también perteneciente a La oveja negra y más fábulas (1983), que se titula: “La tela de Penélope, o quién engaña a quién”. Aquí, otra vez juega con la inversión y la diferencia, presentando a un Ulises crédulo y a una Penélope que tejía mientras esperaba su regreso, cuando en realidad tejía para mantener al esposo alejado y coquetear con los pretendientes. Por otra parte, de la lectura se desprende que la focalización de los textos es distinta. La Odisea tiene puesta la mirada en el héroe, mientras que en fábula de la sirena, Monterroso da un giro a la historia y la cuenta desde otro punto de vista. Pero a donde queremos dirigir nuestra atención, es al tratamiento que se le da en los dos textos a la figura femenina. Tanto en la literatura como en otras manifestaciones del arte de la antigüedad, la figura femenina aparece vinculada a seres de aspecto híbrido (con características humanas y animales), sumamente peligrosos y engañadores, que atrapan a los hombres por medio de la seducción y el encanto con el fin de destruirlos. Es así como son presentadas, las sirenas en el poema homérico. Como dijimos anteriormente, representan los peligros del mar para los navegantes. Ahora bien, esta imagen de mujer maligna perdura en la historia de la literatura a través de otros relatos en los que se la presenta emparentada con el demonio. La demonización de lo femenino es común en la cultura greco-romano-cristiana. La mujer era considerada como un mal necesario, un ser inferior, sistemáticamente despreciado por los hombres. Es por eso que la misoginia, que se advierte en La Odisea, atraviesa la sociedad del período más largo de la humanidad. Sintetizando hasta aquí, podemos sostener que un aspecto relevante de la cultura antigua y posterior, es la demonización de la mujer, el rechazo a este género de lo humano, por considerarse que sus encantos (tan gratos a los hombres) sólo conducen a la perdición de éste. Sin embargo, no es este el único aspecto que debemos tener en cuenta: la mujer dejaba de ser peligrosa si se la convertía en madre. Entonces, su finalidad en el mundo era la conservación de la especie, el cuidado de la prole. Ahora bien, ¿qué nos muestra Monterroso de sus personajes femeninos? Su “sirena inconforme” es un ser perseverante, que distintamente a sus hermanas (ya cansadas de la indiferencia de Ulises) persiste en su intento de atraer al hombre amado. Siguiendo el relato hasta el final podemos darnos cuenta que la fábula victimiza a la sirena. No obstante, es aquí donde debemos preguntarnos si esta victimización es tal, o es sólo la otra cara de la misma mirada social antes mencionada. Cómo se explica esto: La “sirena inconforme” logra tener parte del tiempo de Ulises, pero éste después la abandona y sale malograda. Ya Hans Christian Andersen (1805-1875) en su famoso cuento La sirenita, presenta a una ejemplar de la especie que salva a un joven príncipe de morir ahogado y se enamora de él. Para obtener su amor (y a pesar de ello no lo logra) cambia su cola de pez por piernas humanas, entregando su voz. Entonces se convierte en una mujer muda. Por lo tanto, nos deberíamos preguntar ¿la mujer “callada”, “sin voz”, es un ideal masculino de otra época? Teniendo en cuenta que la valorización de la mujer en “casi” todas sus facultades y aptitudes, semejantes a las del hombre, tiene poco tiempo en la historia de la humanidad, la respuesta es un sí rotundo. Pero detengámonos en Monterroso. Su sirena, no se queda muda, se queda afónica de tanto insistir en su canto. Y también, al igual que el personaje de Andersen, sale perdiendo, abandonada y con un hijo. Ya en el final de la fábula, el autor nos deja entrever que como madre, “sin padre” que se haga cargo del crío, es probable que termine de prostituta (hecho bastante común de la historia social y cultural). Por supuesto, que ésta es sólo una posible interpretación. La moraleja corre por cuenta del lector y de la posición que adopte frente a los hechos presentados, así como de los códigos culturales de los que esté imbuido. Es por ello, que a partir del análisis interpretativo, se hace claro el entrecruzamiento de códigos: culturales/ tradicionales/populares, semánticos y simbólicos, que tejen ambos relatos, formando una telaraña posible de desenredar si se conoce el contexto en el que fueron producidos los textos. Y es así, que podemos decir que una época, a pesar de las distancias temporales, se une a la otra aceptando o rechazando posturas y por qué no, develando otra faz de lo mismo. Tanto la demonización como la victimización de lo femenino en la historia de la literatura convergen en un mismo destino, la desvalorización de la mujer como ser semejante al hombre en aptitudes y capacidades intelectuales. Se olvidó o no se quiso ver que la mujer además de ser madre y seductora, y esto último no siempre para mal de los hombre, es un ser que piensa y complementa al género opuesto. Por otro lado, como todo hipertexto el de Monterroso transforma al original y se convierte en texto propio e independiente del clásico. No obstante este último completa las ausencias, lo “no dicho” en la fábula y sólo aquel que conozca el poema de Homero, logrará una cabal interpretación, que como ya se dijo acertada o no, depende de la mirada crítica del receptor. [1] Campbell, Joseph. El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. México, FCE, 2005.

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