miércoles, 15 de abril de 2009

APRENDIZAJE



El viaje en globo comenzó hace mucho tiempo, no podría precisar bien cuánto, pero sé que fue hace mucho. Éramos varios los tripulantes, todos habíamos llegado por razones diversas. Lo único que nos unía era el compartir el viaje.
De vez en cuando, tocábamos tierra. Era en esos momentos en los que aprovechábamos para entrar en contacto con los otros, con los que allí vivían. También de vez en cuando, alguno se quedaba y no volvía nunca más al globo. En otras oportunidades, alguien que había decidido quedarse, volvía a retornar por encontrar insoportable la vida en la tierra. Sólo una vez subió alguien que cambiaría nuestras vidas.
Durante su estada en el mundo terrestre se había desempeñado como terapeuta de almas, ahora quería olvidarse de ese intentar ordenar vidas ajenas para encontrarle un camino a la suya. Sin embargo le fue muy difícil salirse de ese rol, no porque no lo intentara, sino porqué nosotros no la dejábamos hacerlo. Muy pronto, sí recuerdo que fue casi inmediatamente después de su llegada, tomo la conducción del globo. Pero repito, fuimos nosotros los que la condujimos hacía el timón, y ella como si casi no tuviera voluntad se dejó llevar. Todos confiábamos en ella, tal vez con su ayuda, algún día podríamos volver a nuestros hogares.
El tiempo fue pasando y el cambio operado en nosotros pronto se hizo visible. Ahora todos eran solidarios con todos, a cada uno le importaba de los demás. Todas las tareas resultaron más fáciles.
Un día hicimos pie en tierra, otra vez. Muchos bajaron y abandonaron el globo para siempre. Ella no, aun no había encontrado lo que buscaba si bien había ayudado a muchos a hacerlo. Por eso se quedó un tiempo más, pero ya había comenzado a anticiparnos, que fuéramos pensando en volar solos. “Por el aire no se puede usar bastón, para eso tienen que pisar tierra firme”, decía. “Y yo no puedo ser el bastón de ustedes, menos en un globo en el que hay tan poco espacio”. Así que aunque todavía estaba ahí, poco a poco nos fue abandonando. Casi no nos hablaba, se había encerrado en un mundo propio, pero se la veía feliz. Todos intuimos que tal vez había encontrado lo que buscaba, por eso no la molestábamos. Se fue quedando sola… Había cambiado nuestra vida, pero también había cambiado la suya.
Arrinconada en un pequeño lugar, cada vez ocupaba menos espacio, mantenía largas conversaciones consigo misma. Su idioma se nos hizo, poco a poco ininteligible. Cuando de pronto una mañana fuimos testigos de la transformación, ya no era la que había sido. Su cuerpo ahora diminuto, comenzó a cubrirse de plumas, de sus brazos se extendieron alas… Entonces, como si todos hubiéramos sido uno solo, como si nuestras mentes se hubieran conectado para dar a luz un secreto, comprendimos. Comprendimos todo. Porqué había venido al globo, cuál había sido su búsqueda, su destino, su aprendizaje. Por eso todos aplaudimos cuando empezó lentamente a mover las alas, ya casi lo había logrado… Posada sobre la barandilla del globo las desplegó, eran grandes comparadas con el cuerpo, las movió una vez más y levantó vuelo. Sí, sí…, decíamos todos consternados y felices al mismo tiempo, a eso había venido, a observar de cerca a las aves… a aprender a volar.

Inés C. Carozza

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